8 de agosto de 2011

Camino del olvido...

   Llueve, la calle esta desierta, inundada, el agua resbala en los cristales dibujando caprichosas filigranas, transpiran los vidrios de las casas borroneando las siluetas de sus ocupantes. El ruido de los autos chapaleando agua y barro irrumpe en el trajinar diario. Algún osado transeúnte saltando charcos cruza la acera apresurado.
 Es gris el día pero esto no le ha quitado calidez; es bienvenida esta lluvia... ¡Hacía tanta falta que lloviera un poco!...con el agua que cae llega el alivio al castigo representado por las cenizas de los últimos días...Hay sonrisas en los rostros de los lugareños.
   A las afueras del pueblo está ella, Susana, su casa sin terminar es apenas una habitación que hace las veces de dormitorio y cocina, piso de tierra, paredes de adobe, techo bajo con goteras...a ella también la alegra la lluvia, aunque en su humilde vivienda llueva tanto adentro como afuera.
Tiene siete hijos y hace ya dos años que su marido se marcho del hogar, quizás acobardado de tanta miseria. Se le llenan los ojos de lagrimas cuando le habla a la gente que ha llegado hasta su rancho a traer algo de ayuda, se le quiebra la voz...su lucha no es solo contra las inclemencias del tiempo, su lucha es contra la desidia, los oídos sordos y el abandono.
Es mujer de apretar lo dientes y salir a buscar soluciones, es mujer de prohibiciones y hambres calladas para que no les falte a sus niños. No tiene muebles casi, faltan colchones, los hermanitos duermen apiñados, están descalzos algunos de ellos y los que tienen zapatillas, ya las tienen rotas; por abrigo tiene ropas livianas que no alcanzan para contrarrestar los 18º bajo cero que están haciendo todos los días... los animalitos que ayudan a vivir, se han muerto casi todos con el fenómeno de las cenizas, la pobreza se ha sentido mas dura este invierno, gracias al volcán vecino.
Mirarla a los ojos duele mas todavía que ver su escasez, hay ausencia de sueños en su mirada, solo hay dolor y desesperación al pensar en sus hijos, Las autoridades del lugar la persiguen porque reclama ayuda, "no hay peor ciego que aquel que no quiere ver" reza el refrán y aquí quienes deberían actuar han decidido ser ciegos, molesta esta mujer con tantos hijos y tantas necesidades...
   ¿Qué hacer para ayudar en estos casos?¿Cómo evitar que esto siga sucediendo? Es imposible no tener un nudo en la garganta, es imposible no sentir el pecho oprimido al ver esta realidad.
   Historias como esta de Susana se repiten por doquier al recorrer estos parajes olvidados, gente acostumbrada a vivir en el filo de las necesidades, poniendo el hombro a esta patria grande que los ignora, no quiere escucharlos, son invisibles para los gobernantes de turno ¿Hasta cuando aguantar? ¿En qué momento aquellos que se dicen representantes del pueblo se dignaran a pensar en sus semejantes? Tanto dolor repetido debe conmovernos y aquellos que podemos levantar nuestras voces y hacernos oír, debemos clamar y reclamar con todas nuestras fuerzas intercediendo ante las autoridades de turno, ante el pueblo que vive cómodo en sus casas, ¡ante Dios!, para que esto cambie.
   Y a pesar de toda esta realidad, todos ellos los olvidados se ríen con la lluvia, gozan con el agua, bendita lluvia que limpiara sus calles, sus techos, sus pastizales, que  limpiara el aire y el pelaje de los animales.
   El pueblo respira humedad y ruega porque siga lloviendo, sabedor de los beneficios caídos del cielo; los hogares huelen a pan casero y tortas fritas, a calefacción a leña huele el pueblo y su gente corre bajo la llovizna pertinaz y fría se miran con aquellos vecinos que cruzan, se saludan y sonríen...

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